Prof. Diego Marcelo Renna Casco
TEMA: GLOBALIZACION: nociones y perspectivas de crecimiento
CON LA PALABRA GLOBALIZACION en las últimas décadas se han incitado grandes debates, por ello ha sido tema en libros, y movimientos ciudadanos como las manifestaciones sucedidas en Europa y América del Norte, para citar algunos hechos, al hablar de globalización, mundialización o deslocalización se intenta sintetizar las tendencias recientes del desarrollo económico mundial.
La expansión del desarrollo económico mundial ha propiciado la explotación de los habitantes de los países en desarrollo, opinión esbozada por los críticos a los cuales me adhiero, lo mencionado ocasiono grandes alteraciones en la forma de vida y en cambio ha aportado poco beneficios, siempre hablando de los habitantes de los pueblos.
Conforme al párrafo anterior, siempre y cuando la opinión de la mayoría sea compartida con lo dicho, no se estaría cumpliendo con los verdaderos objetivos de la globalización, que es definida como «el proceso por el cual los países se integran progresivamente en un marco de economía internacional, de modo que su evolución pasa a depender cada vez mas de los mercados internacionales y menos de la política local, generando esto un aumento paulatino de la calidad de vida de los habitantes», que no sería otra que la considerable reducción de la pobreza.
El aspecto común o medular de la globalización es la economía, por el hecho de que es sabido que en los últimos años una parte de la actividad económica del mundo fue aumentando en forma vertiginosa, este aumento adopto diversas formas (algunos datos estadísticos de fines de los años 90 y comienzos del 2000):
Comercio internacional: Una parte cada vez mayor de los gastos dedicados a bienes y servicios se consagra a importaciones de otros países, y una porción creciente de la producción de los países se vende a extranjeros en calidad de exportación. En los países ricos o desarrollados, la proporción del comercio internacional respecto del producto total (exportaciones más importaciones de mercancías en relación con el PIB) aumentó de 32,9% a 37,9% entre 1990 y 2001. En los países en desarrollo (países de ingresos bajos y medianos), la proporción aumentó de 33,8% a 48,9% en ese mismo período. (Tomado de: Indicadores de Desarrollo Mundial 2003 del Banco Mundial).
Inversión Extranjera Directa (IED). En el último decenio han ido aumentando gradualmente las inversiones que empresas radicadas en un país hacen para establecerse y operar negocios en otros países. En las últimas dos décadas, con el aumento en la apertura, los flujos globales de inversión extranjera directa se han duplicado con creces respecto del producto interno bruto. Los flujos aumentaron en los años 1990, de US$324 mil millones en 1995 a US$ 1,5 billones en 2000. Sin embargo, en el último tiempo los niveles de inversión fluctuaron considerablemente de acuerdo con el clima económico y político prevaleciente. La desaceleración económica mundial ha reducido los flujos financieros en los últimos dos años, en contra de la prolongada tendencia de aumentos; y en algunas regiones, la inestabilidad política y económica ha agravado los problemas. Los flujos de capital en América Latina cayeron desde un máximo de US$126 mil millones en 1998 hasta $72 mil millones en 2001, lo cual refleja problemas regionales e incertidumbre global. Los flujos de IED hacia Argentina disminuyeron de US$24 mil millones en 1999 a US$3 mil millones en 2001. Pero la IED ha seguido fuerte en Asia Oriental y el Pacífico, así como en Europa y Asia Central. Los países en desarrollo recibieron aproximadamente la cuarta parte de los flujos de IED en 2001 como promedio, si bien la proporción fluctuó bastante de un año a otro. Actualmente, esta es la principal forma de afluencia de capital privado hacia los países en desarrollo.
Flujos del mercado de capitales. En el transcurso del pasado decenio, los ahorristas de muchos países (especialmente del mundo desarrollado) han diversificado cada vez más sus carteras con activos financieros extranjeros (bonos, acciones y préstamos del exterior), mientras que los prestatarios buscan progresivamente fuentes de financiamiento foráneas, además de las nacionales. Si bien este tipo de flujo hacia los países en desarrollo también aumentaron abruptamente en los años 1990, ha sido mucho más volátiles que los flujos comerciales o de IED, y asimismo se han limitado a un grupo reducido de países de “mercados emergentes”.
Como se pudo observar en los párrafos anteriores, bajo el panorama globalizado, la economía mundial ha dejado de ser un agregado de economías domésticas para convertirse en una sola, conformada por una red de interrelaciones industriales, comerciales, tecnológicas y financieras que se producen entre empresas, países y regiones dando lugar a lo que se ha venido en llamar como «aldea global».
Los países y las grandes empresas amplían su campo de acción a todas las regiones del mundo en busca de los costes más bajos, los medios de producción de mayor rendimiento, la explotación de nuevos mercados, la concesión de tratamientos fiscales o financieros privilegiados o una burocracia menos asfixiante.
La globalización de los procesos de producción, comercialización e inversión se han visto acompañados de otras tendencias vigentes a nivel mundial, entre las que caben destacar el crecimiento del sector servicios, la importancia creciente de los factores de tecnología avanzada y la mano de obra altamente cualificada (y la cada vez menor importancia de las composiciones en los costos de producción de los factores productivos tradicionales como la mano de obra no cualificada y materias primas en la competencia a nivel internacional) o la creciente importancia de las ventajas comparativas creadas (educación, infraestructura, tecnología, etcétera) en relación a las ventajas naturales (ubicación geográfica y disponibilidad de materias primas, por ejemplo).
Para la globalización resulta crucial definir cuidadosamente las distintas formas que ésta adopta. Comercio internacional, inversión extranjera directa (IED), y flujos del mercado de capitales plantean cuestiones distintas y tienen consecuencias diferentes: beneficios potenciales por un lado, y costos y riesgos por el otro, los cuales demandan valoraciones y respuestas diferentes.
Para muchos de los países más pobres y menos desarrollados, el problema no radica en que la globalización los haga más pobres, sino en la amenaza de ser excluidos de ella. En 1997, la mínima participación de estos países en el comercio mundial, con una cifra que asciende al 0,4%, correspondió a la mitad de su participación en 1980.
La tasa de crecimiento de estos países también está muy por debajo de las que disfrutan los países en desarrollo más globalizados. Durante la década de los noventa, los países menos globalizados presentaron como promedio tasas de crecimiento negativas, mientras que los países en desarrollo más globalizados aumentaron su tasa de crecimiento per cápita de 1% en los sesenta a 3% en los setenta, hasta 4% en los ochenta y 5% en los noventa.
Por otra parte, el acceso de los primeros a la inversión extranjera privada sigue siendo insignificante. Lejos de condenar a estos países al aislamiento y la pobreza continua, la tarea urgente de la comunidad internacional es ayudarlos a integrarse aún más en la economía mundial, brindándoles asistencia para ayudarles a crear instituciones y políticas de apoyo, así como para continuar ampliando su acceso a los mercados internacionales.
La globalización económica no es una tendencia totalmente nueva. De hecho, y en un nivel primario, ha formado parte de la historia humana desde tiempos remotos, cuando poblaciones muy dispersas se involucraron gradualmente en relaciones económicas más amplias y complejas.
En la era moderna, la globalización disfrutó de un florecimiento temprano hacia finales del siglo XIX, principalmente entre los países que hoy son desarrollados o ricos. En muchos de estos países, los flujos comerciales y del mercado de capitales en relación con el PIB se acercaban o superaban a los de años recientes. Ese temprano despuntar de la globalización se revirtió en la primera mitad del siglo XX, época de creciente proteccionismo en un contexto de amargas luchas nacionales y de poderío, guerras mundiales, revoluciones, auge de ideologías autoritarias y gran inestabilidad económica y política.
El ritmo de la integración económica internacional se aceleró en la década de los ochenta y los noventa, cuando en todas partes los gobiernos redujeron las barreras políticas que obstaculizaban el comercio y la inversión internacional.
La apertura al mundo exterior forma parte de un cambio más generalizado hacia una mayor confianza en los mercados y la empresa privada, especialmente a medida que muchos países en desarrollo y países comunistas se percataron de que los altos niveles de planificación e intervención gubernamental no producían los resultados de desarrollo esperados.
Entre los ejemplos más notables de esta tendencia están las amplias reformas económicas emprendidas por China desde finales de los años setenta, la pacífica disolución del comunismo en el bloque soviético de fines de los años ochenta y el arraigo y crecimiento estable de las reformas de mercado en la India democrática en los años noventa.
La globalización también ha sido alentada por el progreso tecnológico, el cual está disminuyendo los costos de transporte y comunicaciones entre los países. El marcado descenso en el costo de las telecomunicaciones, y del procesamiento, el almacenamiento y la transmisión de la información, facilitan aún más la localización y el aprovechamiento de las oportunidades comerciales en todo el mundo, la coordinación de las operaciones en lugares dispersos, o la venta de servicios en línea que antes no podían comercializarse a nivel internacional.
La mejor forma de hacer frente a los cambios ocasionados por la integración internacional de los mercados de bienes, servicios y capitales, es ser francos y abiertos hacia ellos. Como se señala en esta serie de reseñas informativas, la globalización genera oportunidades, pero también ocasiona riesgos. A la vez que aprovechan las oportunidades de mayor crecimiento económico y el mejor nivel de vida que trae consigo una mayor apertura, las autoridades a cargo de formular políticas –en el ámbito internacional, nacional y local– también enfrentan el desafío de mitigar los riesgos para los pobres, vulnerables y marginados, y de aumentar la igualdad y la inclusión.
Cuando la pobreza disminuye en sentido general, pueden aparecer aumentos regionales o sectoriales sobre los cuales la sociedad tiene que actuar. Durante todo el siglo pasado, las fuerzas de la globalización desempeñaron su función entre aquellas que contribuyeron al enorme mejoramiento del bienestar humano, lo que incluye haber sacado de la pobreza a millones de personas. En su avance, estas fuerzas tienen la posibilidad de continuar proporcionando grandes beneficios a los pobres, pero el éxito seguirá dependiendo fundamentalmente de factores como la calidad de las políticas macroeconómicas generales, el funcionamiento de las instituciones –tanto en su carácter formal como informal– la actual estructura de activos, y los recursos disponibles, entre otros muchos factores. Para poder lograr aproximaciones justas y factibles a estas necesidades reales muy humanas, los gobiernos deben escuchar la voz de todos los ciudadanos.
Para que los países menos desarrollados puedan participar activamente en el proceso de globalización es necesario que en ellos se den una serie de condiciones económicas y políticas favorables, de modo que cuanto mayor sea la fortaleza económica de un área, mejores serán sus condiciones para la competencia y mayores sus oportunidades frente a las demás. Es importante que consigan transparencia, solvencia y certeza en las condiciones de mercado así como crear un ambiente económico estable para el desarrollo.
Las medidas endógenas aplicadas por estos países se consideran como verdaderas ventajas comparativas adquiridas por ellos, lo cual está trayendo consigo una deslocalización de un importante número de industrias, en detrimento de las localizaciones tradicionales (EEUU, Japón y UE).
Las perspectivas a largo plazo nos muestran que el crecimiento de los países en desarrollo, continuaría a ritmo moderado pero más constante y contribuiría a ofrecer un entorno externo más estable para los países en desarrollo. Según las tendencias, algunos países prosperarán, aunque sin embargo, seguirá habiendo grandes diferencias en las tasas de crecimiento de los distintos países en desarrollo, lo cual determinará su ritmo de integración a la economía mundial.