Con justa razón puede afirmarse que el mercado laboral paraguayo es muy atractivo por su enorme potencial de crecimiento, amplia juventud y bajo costo comparativo. Cabe decir, además, que el entusiasmo y el compromiso con el cual se distingue al trabajador paraguayo, muy lejos de otras economías maduras en las cuales cierta pseudo-defensa sindical ha generado barreras que lejos de propiciar más y mejor empleo solo aporta una nueva clase de privilegiados y el alejamiento progresivo de los inversionistas. Estos últimos, han encontrado en el Paraguay un espacio ideal para radicar sus negocios, desarrollar servicios y apostar a la manufactura escasamente desarrollada del desconocido país sudamericano.
El Estado Paraguayo, sus instituciones y los jóvenes trabajadores tienen el delicado desafío de demostrar que su potencial es fuente de riquezas, que la juventud se nutre activamente con pericia técnica y que el bajo coste no significa menor calidad sino oportunidades de competitividad. En este sentido, lograr un equilibrio en la gestión de personas para propender a tan loables propósitos será fruto de un trabajo articulado entre las demandas empresariales, la oferta académica y el interés de los trabajadores. Estas expresiones que se dicen bien y rápido… son en realidad una decisión del presente que no da treguas al futuro y que suponen acciones precisas y acertadas para administrar realidades.
Al parecer, mucho camino queda por recorrer para alcanzar estándares europeos o asiáticos; sin embargo, cada vez es mayor la presión para contar entre las filas con talento humano especializado, predispuesto y listo para integrarse a una demanda laboral que debe responder a la dinámica global con recursos locales. Esos recursos locales somos nosotros, los jóvenes del Paraguay, que con tesón daremos la batalla para posicionar definitivamente el buen nombre de nuestra nación por un presente con trabajo, dignidad y riqueza.