14 y 15 de Mayo Cuando Nació la Patria y Floreció la Madre

Cada año, cuando el calendario señala los días 14 y 15 de mayo, el corazón del Paraguay late más fuerte. Son 214 años de tradición, cultura, raza y resistencia. Son siglos de historia que se niegan al olvido, porque ningún tipo de opresión ha logrado jamás borrar la identidad de un paraguayo que conoce sus raíces.

Aquella madrugada de 1811, el silencio espeso de Asunción fue quebrado por veintiún cañonazos. No fue el ruido de la guerra, fue el grito de un pueblo que nacía. Fue el primer susurro de la patria libre que se abría paso entre las sombras del dominio extranjero. Fue el rugido silencioso de la dignidad, el eco de la determinación que aún vibra en las piedras del Cabildo y en los corazones de quienes llevan a Paraguay tatuado en el alma.

Un grupo de patriotas, tan valientes como discretos, se unieron en la sombra para alumbrar un nuevo amanecer. Sin disparar un solo tiro, con el pecho erguido y el coraje como única arma, intimaron al gobernador Velazco y lo llevaron a ceder el poder. Así, sin sangre, sin guerra, pero con un amor infinito por su tierra, nació el Paraguay independiente. No fue una revolución de fuego. Fue una revolución de alma.

Más de dos siglos después, seguimos siendo herederos de ese espíritu inquebrantable. De esa fibra que no se doblega, que aprendió a resistir, a reconstruirse una y otra vez, a ser fuerte aun cuando todo alrededor se derrumbaba. Lo reafirmamos en cada página oscura que atravesó nuestra historia, en cada guerra que intentó quebrarnos, en cada crisis que buscó silenciarnos. Nunca nos rendimos. Nunca bajamos los brazos.

Y como si el destino hubiese querido dejarlo grabado para siempre, el mismo 15 de mayo, día en que nació la libertad paraguaya, celebramos también a nuestras madres. ¿Podría haber coincidencia más perfecta? Porque no hay símbolo más fiel de la patria que una madre. Porque así como la patria da vida, cobija y protege, también lo hace una madre. Y en Paraguay, la mujer ha sido siempre más que madre. Ha sido patria, ha sido estandarte, ha sido sostén cuando todo parecía perdido.

La conmemoración del Día de la Madre Paraguaya el 15 de mayo no es casual. Es un acto de justicia. Es reconocer que, así como nació la patria, también floreció en ella la figura más sagrada que un pueblo puede tener. Las madres paraguayas no solo dieron vida a sus hijos. Dieron a sus hijos a la patria. Dieron su oro, sus anillos, sus joyas. Dieron sus padres, sus esposos, sus hermanos. Y cuando no quedó más nada, se dieron a sí mismas.

Las Residentas no fueron figuras de mármol. Fueron carne viva, fueron ternura vestida de valor. Fueron mujeres que abrazaron la ausencia como rutina, que caminaron entre ruinas, que alumbraron esperanza con la fuerza de su silencio. Por eso el 15 de mayo no es sólo un día de flores y abrazos. Es una fecha de memoria. Es una reverencia a quienes dieron todo, incluso lo que no tenían. A quienes se ofrecieron por entero, con las manos abiertas y el pecho erguido, como se ofrece un templo. Y siguen dándolo todo, incluso lo que no tienen…

Hoy, cuando el Paraguay se alza con dignidad entre las naciones, es imposible no verlas en cada rincón. Son las mismas mujeres que hoy siguen luchando, en las calles, en las escuelas, en los hospitales, en cada hogar donde la patria sigue latiendo. La historia no es sólo la que se graba en bronce. Es también la que se escribe en el rostro de cada mujer que, sin aplausos, sigue haciendo patria todos los días.

No es posible hablar de independencia sin hablar de maternidad. Porque la patria no se consolidó con armas solamente. Se sostuvo con pan compartido, con lágrimas calladas, con cartas escritas a la luz de una vela, con hijos educados para ser hombres dignos. Y allí estuvo siempre ella. La madre. La eterna centinela.

Que se escuche su nombre cuando se cante el himno. Que se piense en ellas cuando se doble la bandera. Que se llore por dentro, aunque no se diga, al recordar lo que ellas hicieron por todos nosotros.

Y que nunca olvidemos que si esta tierra sigue viva, es porque ellas decidieron no dejarla morir.

Autor: Lic. Hugo Alessandro Cicciolli Almada

Coordinador de Carrera de la Facultad de Educación a Distancia y Semipresencial

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